sábado, 19 de abril de 2014

¿Qué se hace en una vigilia pascual?

Por ser una capilla del interior, dependiente de una parroquia que tiene muchos brazos, nuestras celebraciones son los días sábados. Por lo tanto, cuando llega esta fecha tan especial de Pascua de Resurrección, tenemos que dividir nuestros ritos.
Por un lado, la vigilia. Esperando, expectantes, ansiosos, con dudas.  Qué esperamos?
Queremos lo de aquellos discípulos, escondidos en una casa, esperando al Señor.
Sin certezas de que Jesús venga.
Celebramos la luz, la espera, la palabra.
En un rato pasamos de la oscuridad a la luz, al regocijo.
Y terminamos, luego de varias horas, dándonos el saludo de Pascua.
Es algo raro, pero considerando el asunto de la celebración, y de que tenemos un párroco que tiene que atender a muchas otras capillas, no nos quejamos, sino que agradecemos el esfuerzo enorme que hace el padre Ricardo y también las catequistas que lo acompañan: Isabel  y Esthela. Es fundamental el apoyo de las religiosas y de laicos para que esto tome forma.
Por supuesto que en este tipo de celebraciones se junta mucha gente.
Es Semana Santa, y en nuestro país, semana de turismo, por lo tanto, vacaciones. Por eso este año la participación fue masiva.
El rito de la luz, el agua, la palabra también estuvieron presentes, como debe ser en la vigilia pascual.
Costó un poco encender el cirio pascual, eso debe de significar algo.
Luego el evangelio. Las mujeres yendo al sepulcro, encontrando la piedra corrida...
inimaginable...y de vuelta Dios se vale de las mujeres para mostrar su cara.
El asunto es creer o no, creer que resucitó o no. Quedarnos con la duda, como Tomás o ir corriendo a celebrar, salir a las calles a pregonar que Jesús Resucito!!!
En el sitio de Aleteia se expresa mejor:
La noticia se difundió: Jesús ha resucitado, como había dicho… Y también el mandato de ir a Galilea; las mujeres lo habían oído por dos veces, primero del ángel, después de Jesús mismo: «Que vayan a Galilea; allí me verán». Galilea es el lugar de la primera llamada, donde todo empezó. Volver allí, volver al lugar de la primera llamada. Jesús pasó por la orilla del lago, mientras los pescadores estaban arreglando las redes. Los llamó, y ellos lo dejaron todo y lo siguieron (cf. Mt 4,18-22).

Volver a Galilea quiere decir releer todo a partir de la cruz y de la victoria. Releer todo: la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los entusiasmos y las defecciones, hasta la traición; releer todo a partir del final, que es un nuevo comienzo, de este acto supremo de amor.






















domingo, 6 de abril de 2014

Arreando ovejas para el rebaño...

El miércoles pasado tuve la experiencia de recibir la reconciliación en una parroquia de un barrio que le dicen marginal. Quizás algo común para muchos, pero yo vengo del interior del país, donde los cantegriles no existen. Además en mi pueblo conozco a todos y todos me conocen, por lo tanto una anda con confianza.
Esto era nuevo para mí. El barrio Casabó siempre sale en las noticias policiales con alguna muerte o algún problema.
Pero me llevó allí el asunto de hablar con el p. Jorge Techera sobre unos sobrinos que querían bautizarse. Así hice el contacto, fuimos, nos internamos en el barrio hasta llegar a la parroquia San Alberto Hurtado.
La charla fue totalmente amena, me reencontré con Pepe, antiguo jefe mío, de la oficina de prensa del Arzobispado.
Luego me quedé a la misa y me contaron que había reconciliación. Ya estaba anocheciendo, pero sinceramente no sentí miedo ni me sentí incómoda.
Estaba en la casa del Señor, ¡cómo me iba a sentir mal!
Aquello fue una hermosa experiencia, la gente que me recibió con los brazos abiertos, tan natural como si perteneciera allí. Como una vecina más.
La reconciliación fue algo diferente, hacía tiempo que no lo hacía.
Me impactó la sencillez de la gente, a la hora de las oraciones comunitarias, a la hora de las lecturas.
Y al final de la misa, cálidos abrazos, palabras de reconocimiento porque Jorge les contó de dónde venía.
Todos se acercaron a conversar luego de la eucaristía.
Ya era noche cerrada y pregunté dónde estaba la parada del ómnibus.
Un vecino que había participado de la misa me dijo: "yo la acompaño!!"
En esas cuadras que hicimos juntos me contó muchísimas cosas.
66 años y había nacido y se había criado en Casabó. Ahora con el padre Techera el barrio entero había renacido...es que era como un barrio olvidado por Dios. No sé si por Dios, pero sí por los hombres y por las instituciones.
Allí vive mucha gente trabajadora y de la otra...como en todos los barrios de mi país.
Allí todos se conocen, como en mi pueblo.
Quizás uno estigmatiza por ver algunos hechos aislados, quizás por miedos....
Lo cierto es que yo nunca tuve miedo, me sentí acompañada siempre, hasta que subí al ómnibus y puse rumbo a mi pueblo.
Estas experiencias son las que hacen que uno quiera seguir haciendo lo que hay que hacer, y lo que nos pide Francisco: "Arrear ovejas para el rebaño..."