Ya pasó Navidad, vino un nuevo año y con él, esta celebración tan importante para los cristianos: la epifanía del Señor. "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo"...
"Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra..." Ev. según San Mateo.
Según teólogos, el oro, metal precioso propio de reyes, simbolizaba el tributo a la realeza de Jesús, a su calidad de rey. El incienso, de importante papel en los rituales religiosos y en las ofrendas a las deidades era un tributo a la divinidad del Niño, el reconocimiento de que Jesús era Dios.
La mirra, usada en los embalsamamientos, en la unción de los cadáveres y ritos funerarios, era emblema de muerte y sufrimiento y por lo tanto, prefiguraba la pasión y muerte de Cristo. Simbólicamente era un tributo a Jesús hombre, a su componente humano.
Los Magos presentaron entonces, oro para el rey, incienso para Dios y mirra para el hombre.
Y tratando de profundizar en todos estos símbolos y sentimientos que nos surgen en Navidad, ya nos preparamos para la siguiente celebración, que es el bautismo del Señor. Con ésta, finaliza el tiempo de Navidad...
No hay comentarios:
Publicar un comentario