domingo, 6 de septiembre de 2015

Lo esencial es invisible a los ojos..

Con esta frase de El Principito me gustó para retomar las reflexiones de este blog.
Hace un mes fui a misa. Hace un mes nadie se dio cuenta que la luz del sagrario se apagó.
Eso me convenció de algo que venía haciendo ruido en mi cabeza: Jesús no está más en el templo.
Está en las calles, en los caminos, en la escuela, liceo, barrio, almacén...
Los sacerdotes se preocupan del altar, de los corporales, si están bien planchados, si están limpios...
Que con la mano no podemos comulgar...
Lamentable pero cierto. Me duele mucho darme cuenta que veo a Jesús en todos lados menos en el templo.
Digo lamentable porque durante toda mi vida el templo fue mi segunda casa.
Y so pena de parecer loca, hoy el templo está habitado por satanás.
La comunidad de la lengua larga, de las críticas, de las discriminaciones.
Por eso lo grito bien fuerte; no pertenezco a eso que se dice llamar comunidad. Hoy no.
Hoy busco a Jesús en los pequeños gestos de los ateos, en los abrazos de las personas sin esperanza...
lo encuentro en caras cansadas, en adolescentes con sangre y ganas. Y lo encuentro en mi abuela con 95 años que la tiene bien clara.
Me duele por Nina, Mirta, Iris...y tanta gente que perteneció a una verdadera comunidad solidaria en la Capilla San Juan Bautista.
Me queda pensar que sólo Dios sabe por qué pasa esto, así que dejaré en sus manos mis incertidumbres.